La Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en 1994 y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en 1995 son consideradas como un precedente importante para alcanzar el reconocimiento de los derechos en equidad de género y en sexualidad. En ambas conferencias se logró tratar temas como el derecho a decidir sobre el cuerpo, el control de la natalidad, la reducción de la mortalidad materna, la diversidad sexual, el aborto y una vida libre de violencia. El punto de partida fue considerar que el término sexo hace referencia a los aspectos biológicos, y género, a lo relativo a la identidad psicosocial y cultural.
En respuesta contraofensiva, la Iglesia católica, que ya pasaba por una crisis de legitimidad y prestigio, lanzó un mecanismo de regulación social centrado en el discurso de la sexualidad y la familia natural.
Aceptar ruptura entre sexualidad y reproducción, y definirlas como una construcción social más que biológica, implica oponerse a la defensa de la naturaleza humana y de su posible extinción.
– El Consejo Pontificio para la Familia.
Con el argumento anterior se comenzó a usar el término de «ideología de género» por grupos conservadores para defender el orden natural –biológicamente dado para formar una pareja de matrimonio y reproducción. Esto ha sido usado para posicionarse contra los avances en políticas públicas para la igualdad de género, el matrimonio igualitario, la adopción homoparental, los derechos de las personas trans, la educación sexual integral en las escuelas y el aborto. Pero como estrategia discursiva ha sido muy peligrosa, pues ha fomentado el odio, la discriminación y la muerte de mujeres y miembros de la comunidad LGBT, por lo que es algunos han optado en excluirla del discurso social.