El presidente Vladimir Putin lanzó una contundente orden al ejército ruso el lunes: “expulsar” a las fuerzas ucranianas que, en menos de una semana, han tomado control de 28 localidades en la región de Kursk, según reportaron las autoridades locales. Esta región, fronteriza con Ucrania, se ha convertido en el epicentro de un conflicto que amenaza con cambiar el curso de la guerra.
Por su parte, el comandante ucraniano Oleksandr Syrsky, en un video que ha circulado ampliamente, aseguró que sus tropas no solo mantienen la ofensiva en Kursk, sino que han logrado capturar “alrededor de mil km² del territorio ruso”. La operación, que comenzó el martes pasado de manera sorpresiva, marca un giro estratégico significativo tras más de dos años y medio desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania. Este ataque, el más audaz desde la Segunda Guerra Mundial, subraya la creciente presión sobre Moscú.
El domingo, un alto funcionario de seguridad ucraniano reveló que “miles” de soldados están involucrados en esta operación, con el objetivo de “extender las líneas enemigas, causar el mayor daño posible y desestabilizar la situación en Rusia”. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, defendió la ofensiva, calificándola como “una cuestión de seguridad nacional” en respuesta a los continuos bombardeos rusos sobre territorio ucraniano.
En una referencia histórica cargada de simbolismo, Zelensky recordó el desastre del submarino Kursk, que hace 24 años marcó el inicio del mandato de Putin, y subrayó: “Ahora, queda claro cuál será su final. Kursk también. El desastre de esta guerra”.
Putin, por su parte, reafirmó que “la tarea principal del Ministerio de Defensa es expulsar al enemigo de nuestros territorios”. Además, acusó al ejército ucraniano de intentar “sembrar la discordia en nuestra sociedad”, en un esfuerzo por mantener la moral alta en medio de este crítico enfrentamiento.