La Organización Metereológica Mundial (OMM), organización de la ONU, indicó que las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanzó nuevo récord el año pasado.
«La abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera volvió a alcanzar un nuevo récord el año pasado, y la tasa de aumento anual registrada fue superior a la media del periodo 2011-2020», según el boletín de la OMM
De acuerdo con la OMM, la desaceleración económica causada por el covid-19 «no tuvo ningún efecto evidente en los niveles atmosféricos de los gases de efecto invernadero ni en sus tasas de aumento aunque sí se produjo un descenso transitorio de las nuevas emisiones».
“La cantidad de CO2 en la atmósfera superó el hito de las 400 ppm en 2015. Y solo cinco años después, rebasamos las 413 ppm. Esto no es una mera fórmula química y unas cuantas cifras en un gráfico. Conlleva repercusiones negativas de primer orden para nuestra vida cotidiana y nuestro bienestar, para el estado de nuestro planeta y para el futuro de nuestros hijos y nietos», afirmó el secretario general de la Organización, el profesor Petteri Taalas.
La Organización advierte que, de no detenerse las emisiones, la temperatura mundial seguirá subiendo, ya que el dióxido de carbono es un gas que se caracteriza por su larga duración y, por tanto, el nivel de temperatura que observamos actualmente persistirá durante varias décadas, aunque las emisiones se reduzcan rápidamente hasta alcanzar un nivel neto cero.
Además, si se le suma el calentamiento del planeta, el resultado final que obtendremos será la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos, tales como episodios de calor intenso, lluvias fuertes, derretimiento de las masas de hielo, subida del nivel del mar y acidificación de los océanos, que implicarán repercusiones socioeconómicas de gran alcance.
Actualmente, al rededor de la mitad del CO2 emitido por las actividades humanas permanece en la atmósfera, mientras que los océanos y ecosistemas terrestres absorben la otra mitad.
El boletín alerta sobre la posibilidad de que, en el futuro, los océanos y los ecosistemas terrestres puedan perder su eficacia como «sumideros», decreciendo su capacidad de absorción del CO2 y actuando como reguladores que evitan mayores aumentos de temperatura.