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La confianza no es divina, se tiene que ganar

Dice el alcalde «Izcallita» (izcallense señores, izcallense) que la confianza se gana, pero en tiempos de Ayotzinapa, nos deja claro que los presidentes municipales no son confiables, los gobernadores no son confiables, las policías no son confiables, los únicos certeros de lo que hacen son el Narco. Es por eso que un caso común (lamentablemente) de policías sembrando droga a jóvenes, no nos parece extraño; no es raro desconfiar de los policías y no de los jóvenes.
Clase política, apréndanse de memoria que la peor profesión con imagen pública en este país es la de política, seguida de policía. Finalmente les comparto este texto que escribí, sacado de las entrañas en un ánimo de desesperanza total, con la frase espiritual, filosófica pero siempre pragmática de: Como es arriba es abajo.
¿Y después de Ayotzinapa qué? Se me revuelve el estomago después de leer todo lo sucedido, de ver cuanto vínculo entre gobierno municipal, estatal y federal, policías, narcotraficantes y sociedad civil. La razón entre ser, dejar de ser y dejar pasar es lo que tiene sumida a esta sociedad en un valemadrismo del conformismo, ahogada en el grito de resignación de la frase: «hasta que a mi no me pase».
¿Qué fue primero, la corrupción o el narcotraficante? ¿Quién permitió que el poder cambiara de manos? La pregunta por si hubiera voluntad de cambio por parte de una sociedad mexicana es: ¿Por dónde se empieza el cambio? Por una sociedad civil amenazada por narcotraficantes dueños de la policía, por las buenas voluntades de los narcotraficantes que se saben delincuentes y que tienen amarrados de los huevos grabando a las autoridades mexicanas en actos delictivos, porque ellos ya saben que son delincuentes y las autoridades mexicanas aún no lo tienen bien claro. En contra parte, si la autoridad mexicana no coopera probablemente aparecería en una narcofosa junto con todos esos rebeldes que trataron de hacer bien las cosas, por los políticos que llenan sus campañas de dinero ilícito y aparte violan a todas luces las leyes electorales. Seriamente vuelvo a preguntar, si hubiera voluntad ¿por dónde se empieza a cambiar? ¿y después de Ayotzinapa qué? Volvemos a nuestras vidas, esperando la siguiente matanza, desaparición, violación, secuestro, cobro de piso… Por último, recordaba con gran tristeza cuando decía la gente, con temor, que México podría ser el próximo Colombia… ya llegamos, ya nos pasamos.