El pasado domingo 6 de septiembre se llevaron a cabo en Guatemala las elecciones presidenciales, resultando ganador, con 23.8 por ciento de los votos, el comediante Jimmy Morales. Pero no termina ahí, ya que al no haber un candidato con el 50 por cierto más uno de los votos, habrá una segunda vuelta el próximo 25 de octubre.
Hasta el cierre de esta edición el rival de Morales estaba entre el magnate Manuel Baldizón y la ex primera dama Sandra Torres, quienes obtuvieron el 19.57 por ciento y el 19.62 por ciento, respectivamente.
La elección se desarrolló en un ambiente de indignación contra la clase política ante los escándalos de corrupción, incluida la revelación de una banda de defraudación aduanera, destapados por la Fiscalía y la Comisión de la ONU contra la Impunidad (Cicig). La crisis provocó la renuncia del gobernante Otto Pérez, quien fue señalado como el presunto líder de la red.
Morales, de 46 años, quien hace cuatro meses era un desconocido en la clase política, se catapultó como favorito tras revelarse los escándalos de corrupción, que llevaron a los votantes a buscar un aspirante fuera de la política tradicional. Así, el actor se perfiló como el candidato antisistema, que llega sin un plan de gobierno y con un partido, el derechista Frente de Convergencia Nacional (FCN), desprovisto de una estructura nacional.
Ante tal situación, Morales se defiende asegurando que su falta de experiencia en la política lo fortalece porque es el único candidato que no ha sido tachado por actos de corrupción. Declaró que su triunfo se debe a que «nosotros somos parte de la población que se ha hastiado, que ya no quiere más de lo mismo».
Quien asuma el poder en Guatemala el próximo 14 de enero, deberá administrar un país agobiado por la pobreza de 15.8 millones de habitantes, y por la violencia, que deja unos 6 mil muertos cada año, en especial por el narcotráfico y lucha entre violentas pandillas o ‘maras’.