La fachada de la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), donde despachaba Rosario Piedra, está grafiteada, en la entrada hay una barricada de escritorios volteados, de los balcones cuelgan lonas con rostros de víctimas de la violencia, personas desaparecidas, mujeres violentadas.
“Aquí van a vivir madres de víctimas que tienen niños huérfanos y que no tienen dónde vivir, esta será su casa, y que le hagan como se les dé la gana, el Gobierno de la Ciudad de México y el federal, si hablaban de indemnizaciones, pues ahí que se quedé, ya nos cobramos“, dice entre enojada y orgullosa Yesenia Zamudio, cuya hija fue víctima de feminicidio en 2016.
El colectivo feminista que desde el viernes se apoderó de las instalaciones convirtió el lugar en una especie de refugio al que han ido llegando más mujeres violentadas.
En la planta baja del edificio de la CNDH están feministas del colectivo “Ni una menos“, mientras que en la planta alta están instaladas las víctimas directas e indirectas, alrededor de 30 personas, de ellas sólo 2 hombres, según las activistas.
“Yo necesitaba un hogar libre de violencia, el Estado no me lo dio así que lo tomé“, le comenta Érika Martínez a una de sus compañeras, y calla para contener el llanto.
Las mujeres en posesión de las instalaciones de la CNDH asegura que no regresarán el inmueble y que la oficina de Rosario Piedra y los expedientes no fueron violentados.
A martillazos tumbaron las letras plateadas que decían “Comisión Nacional de los Derechos Humanos“, y en su lugar colgaron una manta blanca con letras negras que dicen “Ocupa Casa de Refugio Ni Una Menos México. Bloque Negro“.